Ok, nadie nace sabiendo. De entre todas las cosas que se pueden aprender a lo largo de la vida, ser padrino de una criatura es una de las que me resulta más apasionante y comprometida. Porque antiguamente (y así lo entiendo yo) el cometido del padrino no era otro que cuidar y proteger a la criatura apadrinada para que nada bueno le faltara y hacerse cargo del susodicho en caso de ausencia de sus padres. Y ni me veo preparado para lo uno ni para lo otro, si bien no creo que la tarea me venga grande, nada más lejos de la realidad. Es sólo que me acojona la responsabilidad. Y como el próximo sábado bautizaremos a mi ahijado, será buen momento para empezar a aprender, practicar y desacojonarme, que ni el peque me va a morder ni los padres tienen intenciones de dejarlo sólo ni a sol ni a sombra.
Venga a tragos la responsabilidad y disfrutemos del momento, que no es tan fiero el león como lo pintan y son muchos los momentos hermosos que nos quedan por vivir (y los pañales que nunca he cambiado, las lloreras nocturnas que aún no he sufrido, las pataletas y berrinches...)
¿A que es hermoso ser padrino? ;)