10 de octubre de 2007

RETALES DE MI VIDA

...//... A veces me gustaría saber lo que pasa por la cabeza de ciertas personas para saber a qué atenerme y no hacerme ilusiones. Ayer, sin ir más lejos, me pasó un tanto de eso y otro tanto de inseguridad que disimulé con otra sobredosis de indiferencia mal llevada. Me cuesta trabajo ignorar a alguien cuando hasta la última de mis neuronas clama sinapsis con las suyas. Joder, que no es para tanto, que no estoy perdidamente enamorado. Bien mirada, tiene todos los defectos habidos y por haber. Si al menos me encaprichara de la más guapa, esvelta, sensual, complaciente, sana, culta, educada, cariñosa...
Buscando hadas me he topado con otra meiga. Joderse toca.
...//...
La noche de ayer, más bien la tarde-noche, dio para mucho; sobre todo dio para hablar por teléfono. No sabes cuánto odio a Graham Bell y al cabrón que hizo móvil el maldito invento. Con lo que me gusta la gente, el contacto físico, salir de casa con el pretexto de mantener una charla intrascendental... y el puñetero fríe-cerebros me agua la fiesta cada dos por tres. Con lo útil que sería para decir no más que Nos vemos en quince minutos, y colgar. ¡A tomar por donde amargan los pepinos!
Pero ayer, gracias al inefable aparato y a la putísima que parió a jodafone, sucedió algo divertido que me alegró la velada: Confundí a mis quieridísimas pizzeras en sucesivas llamadas, a causa de los nombres con los que las tengo grabadas en la memoria del celular, y cambié radicalmente la manera en que me dirijo a la mayor de las dos (la presuntamente seria) pensando que era la pequeña (la presuntamente cachonda). Y bien, superado el ataque de vergüenza, nos reimos un buen rato y sirvió para que cambie su buen concepto de mi, ese niño bueno que nunca rompería un plato, para que empiece a verme como ese niño no tan bueno que no sólo rompe platos sino que, además, los deja por medio para que otros tropiecen y los rompan por él...

Conversaciones electrónicas con Mercedes
9/10/08

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