10 de marzo de 2012

RIÉNDOME DE LA VIDA

Al margen de infinidad de proverbios y dichos populares al caso, lo más cierto entre todo lo cierto es que nadie sobrevive a su propia vida para contarlo. Da igual que lo hagas mejor o peor; da igual que seas honrado o que seas un político delincuente; da igual que vayas a la mezquita, a la iglesia o a la tasca; da igual que vistas de blanco, de rojo o de azul; da igual que tu actitud sea impecable o reprobable; da igual... todo. Al final, tarde o temprano, te vas. ¿Para qué sufrir, entonces, cada lance del destino como si te fuera la vida en ello? ¿Acaso, por preocuparte más o menos, vas a conseguir cambiar algo? La preocupación no mejora nada; en todo caso empeora tu capacidad para afrontar el problema.

Los mecanismos de la preocupación son complejos y, para entenderlos en su totalidad, tendríamos que remontarnos a la genética y al instinto (llámalo como quieras) y, aún así, no llegaríamos a saber lo suficiente como para neutralizarlos por completo. En lugar de éso, existen multitud de trucos, al alcance de cualquiera, para distendir la tensión que se apodera de nosotros cuanto ciertas cuestiones o personas nos abordan, tales como imaginar que el asunto que nos ocupa le está sucediendo a otro (siempre resulta más fácil resolver los problemas ajenos) o imaginar al problemático interlocutor en una situación embarazosa.
¿Nunca te has parado a pensar que tu jefe también sufre episodios de estreñimiento o diarreas?

Lo bueno de estar metido de pleno en diagnósticos osteopáticos es que, con ayuda de una minuciosa inspección visual y conociendo, mínimamente, los hábitos del individuo, puedo sacar diagnósticos factibles que refuercen el ardid anti-estrés que me ayude a enfrentarme a esa persona de trato incómodo. De este modo puedo hablar, guardando las distancias, con ese halitoso personaje al que nadie quiere acercarse a menos de un metro; ése que padece de ardores crónicos por una más que provable hernia de hiato; ése cuyas largas y pesadas digestiones le hacen engordar injustificadamente y le alejan largos períodos de tiempo del excusado, causándole, de tanto en tanto, molestos hemorroides; ése que adolece de cariño, que su propia familia rehúsa abrazar, agriado por el rezumante ácido biliar; ése que ya no recuerda lo que es tener una erección, afectado de impotencia funcional por una excesiva presión intraabdominal y pélvica que le machaca la próstata, más que provable causa de trastornos psicológicos, inadaptación social y posible explicación a su manifiesta misoginia. Por no mencionar otras dolencias musculoesqueléticas que, de seguro, martirizan su cuerpo y su patrística alma. De este modo puedo pararme frente al fiero cordero y plantarle cara, por muy bueno que sea su disfraz de lobo. Porque, tan humano él como yo, al final será pasto de larvas y pupas de moscas, coleópteros, dípteros e himenópteros, e incluso ciempieses, avispas y  arañas (Grissom, échame una mano, que la entomología forense no es mi fuerte), y nada de lo que pretenda hoy le eximirá de cumplir su último trámite. Y es que, a fin de cuentas, da tanta lástima que me siento incapaz de sentirme agredido.

A estas alturas de escrito me temo que se me ve el plumero. Y podría hablar de otros indivíduos de carne y hueso, pero no se merecen ni esta alusión. Lo único que puedo desearles es un fin de fiesta rápido e indoloro y que alcancen tanta paz como aquí dejan con su ausencia. De seguro que ya se han ganado el descanso eterno en alguna parcelita del cielo, su nirvánico estatus o vete a saber lo que persigan sus maltrechas almas.

Existen otras muchas tretas para eludir la tensión y ansiedad derivadas de estos intentos de menosprecio hacia tu persona, menoscabo de tus labores, humillación o mobbing, tales como devolver argumentos a tu interlocutor dándole la razón; forzarle a decirte lo que sabes que piensa de tí, dándole a entender que ya estás enterado; anticiparte a sus decisiones o darle alternativas viables que no espera que aceptes; solicitarle, amablemente, que te explique qué parte del trabajo no has hecho bien, a sabiendas de que desconoce cómo se realiza tu trabajo... Pequeños momentos de gloria que no evitarán que tomen represalias contra tí, pero que te harán sentir bien y te permitirán salir con la cabeza bien alta de cualquier despacho.

Me Rio De Janeiro by Mecano on Grooveshark

Éste está siendo un fin de semana maravilloso, con paseo por el campo (perro incluído), muchas fotos, tareas domésticas, ratos de estudio, grata compañía, entretenida conversación, buena música y apacible vida hogareña. Creo que voy por buen camino. Estoy seguro de a quién tengo que agradecérselo. ¡Gracias!

1 comentario:

  1. Por suerte tienes un carácter que te ayuda mucho en estas situaciones en las que yo, posiblemente, estaría subiéndome por la paredes y con una preocupación continua.
    Sabes ser elegante y no perder la compostura, bravo!! no todos los mortales poseemos ese saber estar y ese control en momentos de tensión y estres.
    Eres grande y te queremos:)

    ResponderEliminar