9 de febrero de 2009

EL TEST DE TURING

Alan Mathison Turing (1912 - 1954) fue uno de los pioneros programadores y precursores de la informática moderna, además de filósofo, matemático, criptógrafo, homosexual procesado y condenado por perversión sexual, comedor de manzanas envenenadas...

En tiempos en los que la colaboración de Turing fue vital para descifrar los mensajes nazis encriptados con Enigma o los teletipos FISH, sorprende comprobar que se cargaran (por activa o por pasiva, tremenda idiotez humana) a este genio del álgebra que demostrara tan poco interés por los estudios clásicos y, sin embargo, desarrollara la prueba que, aún hoy, determina si una máquina puede o no considerarse inteligente, además de un programa capaz de jugar al ajedrez u otro capaz de afrontar cualquier reto algorítmico.
El test de Turing es, hoy en día, la prueba de referencia para determinar si se puede considerar inteligente a una máquina o, por el contrario, si se parece más a un necio funcionario de ventanilla, incapaz de razonar humanamente con un sufrido contribuyente (no todos lo son, hay honrosas excepciones). Esta prueba consiste en someter a una máquina y a un humano (elemento de control) a un interrogatorio anónimo con cuestiones más o menos complejas, de modo que el juez que realiza el test determine cuál es la máquina sólo en función de las respuestas; algo así como el test de Voight Kampf, el que empleaban los Blade Runner para determinar si su entrevistado era un replicante o un humano, con más o menos base científica.
Convencido como estoy de que muchos de los funcionarios que me rodean no pasarían el test de Turing, he decidido tratarles como elementos computacionales y pedirles sólo tareas que estén a su alcance, de la forma más sencilla y clara posible, eliminando al máximo las disyuntivas y las tomas de decisión. Tal vez así logre que un envío llegue de A a B sin que me llamen cada cinco minutos para preguntarme quién lo remite, a quién va destinado, quién lo empaquetó o si los sellos se pegaron con goma o con saliva. Más que inteligencia, lo que espero de corazón es que se graduen la vista y se tomen unos segundos en averiguar qué cohones tienen entre manos antes de llamarme para que les recuerde dónde tienen la cara... (Momento de frustración laboral. Disculpen las molestias).

El 23 de junio Alan M. Turing cumpliría 97 añazos. Dada la esperanza de vida actual, no sería de extrañar que hubiera sobrevivido a sus captores, jueces y contemporáneos intolerantes y necios. Las inyecciones de estrógenos, enfocadas a reducir su líbido sexual, así como los trastornos fisiológicos a consecuencia de dicho tratamiento, lo dejaron hecho una birria; pero fue una manzana envenenada con cianuro la que terminó con su vida. Suicidio o asesinato... al margen de versiones oficiales me quedo con la idea de que molestó sensiblemente a los que anteriormente sacara las castañas del fuego. Tal vez se avergonzaran de que uno de los hombre más inteligentes de su época fuera homosexual, o tal vez fue el complejo de inferioridad que ésto produce al macho anglosajón, saber que gracias a ese hombre diferente se lograron descifran los mensajes del führer y se abortaron suficientes misiones nazis como para consagrar a los científicos que lo hicieron posible. El caso es que asediaron sobremanera a este prodigioso cerebro, avocándolo a una muerte prematura que no considero en absoluto apropiada para alguien de su talla.
Parafraseando a Albert Einstein: Two things are infinite: The Universe and human stupidity; and I'm not sure about the Universe. (Hay dos cosas infinitas: El Universo y la estupidez humana; y respecto al Universo no estoy seguro).

The Alan Turing Home Page.
The Turing Test Page.
Alan M. Touring en la Wikipedia.

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