9 de septiembre de 2013

ESTUPIDEZ INFINITA

Hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana. Y de la primera no estoy seguro.

Esta frase, o una similar, se le atribuye al Doctor Albert Einstein. Y, cada vez que contemplo escenas como la de hace un rato, cobra más significado y consistencia. El individuo del Jeep se las ha apañado (¡él solito, oiga!) para trabar y torcer un pivote de esos que impiden que los vehículos de cuatro o más ruedas invadan las aceras, tras la rueda de su flamante cacharro todocamino. Y yo me pregunto (¿qué cosas tengo?) si no sería capaz de deshacer sus últimas hábiles maniobras de experimentado conductor y, discretamente, deshacer el entuerto. ¿Es mucho pedir? SI, rotundamente si.

A riesgo de que se perciba en mis palabras cierto tono de acritud contra el necio que se pone a los mandos de un vehículo fuera de sus posibles habilidades, diré que frecuentemente observo una relación inversamente proporcional entre el tamaño del automóvil y la capacidad cognitiva de su propietario o conductor, por no tocar temas espinosos como la compensación de carencias fisiológicas o psicoemocionales.

Y, tratando temas más banales: ¿Has observado la pose de los dos señores? ¡No tiene desperdicio! ¿Cómo no voy a compartir este momento contigo?

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