Ya ha llovido desde que empezé a investigar sobre macro-fotografía. He hecho pruebas de toda clase con pequeños objetos, insectos y textos, buscando texturas poco apreciables a simple vista o, sencillamente, buscando un punto de vista lejos del alcance del ojo humano. He aprendido mucho viendo el trabajo de los demás e investigando por mi mismo; autodidacta ante todo. Pero un buen día leí un artículo en alguna revista de esas que nos endosan los domingos con el abultado diario de turno, y descubrí que algo tan a la vista de todos como son los ojos, encierran todo un universo por descubrir, así que un buen día me decidí por torturar mis pupilas en pro de conseguir algo nuevo y sorprendente, si bien no hice nada realmente nuevo ni lo hice mejor que otros. Se trataba, al fin, de probar algo diferente y adaptar mi equipo a ese tipo de tomas. En resumen, éste fue el resultado:
Este es mi ojo derecho después de unos cuantos fogonazos de luz. No resultó ser una experiencia agradable, si bien creo que valió la pena.
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